viernes, 27 de julio de 2007

BARCO PALANGRERO

Este es un barco de faenar a las duras y a las maduras. Este es uno de los barcos que se hacen a la mar para buscar el sustento. Este barco no presume de velas ni tiene que orientarse a donde el viento lo lleve sino a donde tantee el pescado. Es un barco que engatusa a los peces no muy lejos de la orilla. Es un barco que lanza a las aguas los cordeles sembrados de anzuelos para que piquen los peces. Es un barco que se queda quieto, anclado en sí mismo, esperando el tiempo que sea. Luego, sobre su cubierta, comenzarán a saltar los peces atrapados, dando los últimos brincos para intentar retornar a su sitio. Pero ya no. El barco palangrero está de faena y lo suyo es retornar a puerto una vez que los anzuelos han cumplido su cometido. Parece que es un barco cualquiera, y no. Parece sumido en la quietud del remanso, y tampoco. Este barco que descansa sobre el agua faena debajo de ella, porque no es cualquier barco: es un barco opalangrero.



CASCADA FLORAL


Ha sido bautizada como Cascada floral, y eso es: agua de espuma, espuma de agua precipitándose hasta donde las flores nacen y crecen. El agua ha preferido la altura para dejarse resbalar y las flores han preferido esperarla en su sitio, sin apuro, conscientes de su frescor y de su color.
El agua riega para que los tallos luzcan verdes, pues desde el verde de los tallos explota el arco iris del que se nutren las flores. El pintor ha empapado su pincel en este agua de cascada temblorosa para que el cuadro se vista con las tonalidades maduras de las flores.
Las flores y el agua se hermanan en cascada y no opodrían ser la una sin las otras. En la blancura de la cascada se mecen los colores, pues es su savia y su frescor. Cuando el agua cese también irán disminuyendo las tonalidades. Pero para eso está el pintor: para inmortalizar en el lienzo la vida primaveral del agua y de las flores antes de que aparezca la sequía.

JARRON DE TULIPANES


Estos tulipanes se han escapado de su sitio para engrandecerse en el jarrón. Estos tulipanes se han hecho a sí mismos por obra y gracia del pincel, para que veamos el perfume que no tienen. Son los tulipanes flores inodoras, y posiblemente esa es la gracia santificante que les falta para ser flores eternas. Pero para eso está el pincel: para eternizarlas en el olor del lienzo y para que crezcan dentro de un jarrón no convencional sino abstracto.
Holanda se ufana en sus tulipanes y se convierte en colorido llameante. Los tulipanes crecen en el frío y explotan llameantes en el color. Los tulipanes son flores cuyo fin es adornar a la naturaleza y al interior de las casas, cuando ya reposan en los jarrones y de su agua beben. Pero, sobre todo, cuando perviven, sin mustiarse en el lienzo del pintor.
Estos son tulipanes abstractos que se han escapado de Holanda para vestirse de luz mediterránea y florear, desde una pared, la casa.

DEHESA SALMANTINA


Por estos parajes de encinas y bellotas anda la bravura de los astados alimentando su futuro. Si en manada transitan, se alimentan o sestean, no hay bravura desbocada. Pero si el animal anda solo a sus anchas es mejor un árbol cerca para detenerlo.
Los campos charros son ásperos y con mucho pasto y con mucha libertad para los toros. Los toros salmantinos, antes de llegar a las plazas, se entrenan a su aire para que nadie los moleste. Ha venido el chaval, que no es capataz, y sí posiblemente aficionado primerizo, y no ha podido defenderse con una muleta en mano, ni siquiera improvisada. La encina es más segura que el trapo ante el desafío.
Lo que sí es cierto es que éste es un cuadro de raza campestre, con el colorido primaveral del campo charro, que tampoco da para excesivos tonos. Algunas florecillas, escasas, y al fondo el amarillo que más adelante, para el toro, se convertirá en arena de plaza. Pero todavía es pronto. Por ahora el pincel ha dejado al toro al natural, y también al muchacho. Si no fuera por la encina no habría ganadería, ni dehesa salmantina.

BARCA MALLORQUINA


En Mallorca el mar es de un azul desafiante, y esta barquichuela se ha sentado sobre la mar para reposar. Es una barquita, sin muchas pretensiones. Pero no está a la deriva. Sabe anclarse a sí misma. Sabe darse su tiempo. Sabe esperar.
Se ha alejado del puerto quizá para que no la molesten. No es barca de adentrarse en demasía. Lo de ella es estar siempre cerca, pues no es barco para desafiar a los oleajes. Cuando llegue el pescador y tome el remo y la anime un poquito para alejarse de la orilla, obedecerá. Son barcas humildes, obedientes, siempre esperando el momento. Son barquichuelas para poca pesca, solo la necesaria. Son barcas domésticas, construidas por uno mismo.
Y tal como se la ve, quieta y callada, esperando, uno la siente ufana. Hay otros barcos que se hacen a la mar para presumir de su entereza. Esta barquita no. Esta barquita sabe que es de pocos pasos mar adentro, sólo los suficientes para que el pescador pueda faenar lo estrictamente necesario. Barca mallorquita sobre mar en reposo.

HIBISCUS


Los chinos y los japoneses la llaman su rosa, y mis amigos colombianos de Barranquilla la adoran como la flor de su ciudad. Por estos lados americanos la hemos bautizado como "cayena" y es flor no para estar en florero sino al natural.
Quizá ésta del cuadro sea de las más universales, por el color y la tonalidad, pero también se visten e amarillo, naranja y escarlata.
Alguien me dijo que servían para lustrar zapatos, pero no. Esta es flor para estar dande está: al natural de la naturaleza o al natural del lienzo. En la India las mujeres la utilizan para cuidarse el cabello, y eso también va. Toda flor en el cabello femenino luce, lozana, como en el mejor de los floreros. Este hibiscus es para mí una cayena barranquillero, también mediterránea, aunque su origen sea oriental.

VELERO DE REGATAS


Este velero de regatas no anda a la deriva, y menos desequilibrado. Sortea el devenir rítmico de las olas a su antojo, o al antojo del viento del que se nutre, pues sin agua salada y viento que la zarandee no hay velero para regatas.
Este es un velero que se hace azul entre el agua y el cielo, a fuerza de viento y velocidad. Este es un velero con sus velas henchidas, en la cresta de su ola e inclinándose para no perder el camino. Este es un velero que se marca a sí mismo el ritmo y que sabe elegir los recovecos del mar. Este es un velero que se hizo a la mar desde la ensenada tranquila hasta las aguas revueltas. Este es un velero andaluz al que un día se subió el pintor para que lo condujera al lugar inmenso y abierto de los colores azulosos. Este es un velero a pleno día, y en pleno mar.

JARRON FLORAL


Hay que colocar las flores sobre la mesa, y sobre la mesa, el jarrón. Hay que adornar la casa con color y perfume, con naturaleza que no muere, con flores que no se mustien, con colores que eternamente las vivifiquen. Hay que ser pintor para lograr de cada interior hogareño un jardín en exclusiva, un altar donde las flores se ufanen, nunca cortadas de su tallo.
Los jarrones son los tallos de las flores en el interior de las casas, una vez que el pintor las ha replantado en su lienzo. Los jarrones son sagrarios de flores eternas y domésticas, para la santificación de los hogares. Los jarrones son los altares de la pascua florida, esa que cada primavera se desprende del invierno de la cruz para desplegar la santificadora salvación del frescor que nos vivifica. Por eso, los jarrones son para las flores y las flores para el jarrón interior, para el jarrón sobre la mesa y para el perfume de la estancia. Como estas flores en este jarrón.

jueves, 26 de julio de 2007

PAISAJE

Se ha despertado el invierno para dar paso al colorido de todos los tonos del verdor, que van desde los verdes blancos, pasando por los verdes amarillos hasta lograr los verdes floridos de todas las combinaciones. Este es el paisaje de aquel día en el cual al Creador se la antojó idear un paraiso terrenal para que posteriormente los pintores alimentaran sus paletas. Este es un paisaje de vida incipiente, original, sin que todavía otros seres lo perturben. Este es un paisaje para la invitación a lo que sea, igual da que sea a la soledad que a transitar de dos en dos, a la par, por ese camino que se adentra hasta el infinito.
Se ha despertado el invierno y de ahora en adelante la vida seguirá todos los pasos hasta que los frutos lleguen a la sazón. De ahí este paisaje que indica el sendero, el más corto de los senderos que conducen hasta el éxtasis.
Pareciera un paisaje para ser transitado solamente por los pasos de la imaginación, pero no. Es un paisaje idílico para que en él se adentren todos los sueños. Por eso me quedo con este paisaje original para transitar por él al capricho de mis anhelos.



NAVEGANDO AL VIENTO

Es unvelero de los que se hacen a la mar, en solitario, con todo el tiempo del mar y del viento a su disposición. Es un velero con las velas a medio aire, para que no haya precipitación. A veces los barcos se hacen a la mar sin más pretensiones que las de la navegación sosegada, sin estuendo de olas, sin temor a la deriva; con ir deslizándose es suficiente; con que el viento escaso dé consistencia y anchura a las velas; con reflejarse sobre el agua sosegada de de un azul de espejo transparente.
Este es el caso del velero de este pintor de barcas, flores, paisajes y peces que no temen. No es este velero para ir a pesar, si acaso para que el navegante, o los navegantes, a escondidas, sesteen si temor. O simplemente se susurren secretos. O simplemente se prometan un futuro tan ancho y profundo como es el futuro de este mar sobre el que discurre sosegado, complacido, sin apuros, el velero.

domingo, 22 de julio de 2007

PUESTA DES SOL MARINERA



Puesta de sol marinera. El sol prefiere al Mediterráneo, para bañarse, antes de descansar. El sol se mete en la cama del mar vestido de fuego para arroparse él y arropar a los peces. El sol de estos parajes caldea la superficie líquida y salada mediterránea para que las barquichuelas se dejen mecer. El sol, antes de dar la última cabezada por estos lados, enciende de sueños al agua y las barcas.
Puede que dentro de poco, cuando el sol ya se haya arropado por completo, se encienda esa rafola. Puede que sea más entrada la noche cuando la candelita de la farola despierte los sueños de los peces. También puede que se trate de una ténue claridad para que unos enamorados, en la orilla, se sientan con vida. Eso solamente lo sabremos a la hora del alba, cuando el sol se atreva y vuelva a marcar calenturas sobre la playa y la arena.
Ahora el sol está a punto de entornar los párpados para acomodarse, tendido e inisible, sobre la largura del agua. Quizá venga en su refugio la luna, que también por estos parajes salados y calientes tiene cabida. Pero de eso se encargará el pintor, cuando sea tentadoo por ella. Ahora le sobra ese sol que se ahoga en el sueño mediterráneo.

AMANECER EN ISLETA DEL MORO

Estaba el pintor espiando al amanecer, sentado a la orilla, hurgando en su paleta en procura de tonos apastelados. Por estos lados no se escuchan los anuncios de los gallos, que son los que despiertan al día tierra adentro. Por estas riberas el sol va despabilándose con algo de pereza, para dar tiempo a que la paleta del pintor se caldee.
Va amaneciendo en la Isleta del Moro y es muy posible que vayan dejándose ver los sonidos coloristas de aquellos cantos antiguos, cuando entre moras y cristianos, según las romanzas, prosperaban amores. Por los amaneceres mediterráneos todas estas fantasías caben, y más cuando el pincel las azuza.
El pincel de Juan tiene mucha maña para colorear estas andanzas amorosas que solamente se protagonizan cuando el amanecer se anuncia. Por allá, a lo lejos, veo que se despierta una sonrisa, y es, efectivamente, la de la mora: esa fantasía pictórica que se recrea en la paleta de Juan. Y yo la estoy esperando a que llegue.

miércoles, 18 de julio de 2007

ATARDECER EN MONSUL


Monsul aquel atardecer se vistió de meditación, que es algo así como desvestirse de hojarasca. Los atardeceres son colores que van desvistiéndose para cubrirse de profundidad y meditación. Los atardeceres te hablan en silencio. Los atardeceres son claustros conventuales al aire libre, construidos por Dios en el gran templo de la naturaleza, para que los feligreses de la pintura nos sumamos, sagradamente, en las interioridades. Los atardeceres son preguntas y respuestas que solamente los pinceles sagrados, como éste, se atreven a formular. Este es un atardecer en Monsul apto para la oración, la meditación o el amor, que siempre viene siendo lo mismo. Este es un atardecer sin estridencias. Las olas no están dormidas sino sumidad en su misticismo. El sol va arropándolas según cae, como un mantel sobre el altar, como una túnica sagrada. Solamente esa planta silvestre se atreve a lucir su escueta frondosidad con el contraluz de la claridad. Un atardecer en Mosul descubierto por un pincel místico, en pleno arrebato.

DESNUDO

Se ha despertado sobresaltada, intentando recuperar el sueño, y se le escapa. Quizá cuando vuelva a su interioridad, el pincel del pintor le alcance nuevamente lo soñado. Todo cuadro es un sueño desnudo y a la intemperie hecho carne en la paleta del pintor. Este es el caso de un desnudo femenino, de sábana blanca, y a la espera del nuevo sueño. Este es el caso del pintor que hurgó en la entraña del infinito para que la mujer nos despierte. Este es el caso de un color de blanca piel y de sueño blanco, aunque se esfume.
Habrá otro cuadro con la misma muchacha, los mismos sueños e idénticas fascinaciones. En realidad desnudos no hay más que uno y cada pintor lo viste según sus antojos igual que cada mirada escudriñadora la viste según sus pretensiones. Ya veremos otro sueño femenino despertando y oteando el mismo amanecer interior.

PAISAJE OTOÑAL



Y viene el otoño a alterar los tonos veraniegos para vestir a la natureleza entre verde y amarillo en decadencia. Y viene el otoño sembrando riachuelos reposados, con ese azul líquido y clristalino que todavía no quiere irse. Y viene el otoño y va desgajando a los árboles de su vestimenta vegetal, sin duda para refrescarse de tanto sofoco estival. Para quienes tengan al otoño como tiempo de tansición, pues no. Aquí está este otoño pintado para la reconciliación con uno mismo.
Si estuviera sentado junto a ese árbol, no sería para mitigar los calores del trayecto, no sería para ampararme en una sombra inexistente, sino para respirar en profundidad, completamente a la intemperie, sin más premio que el del reposo. Y si estuviera sentado en esa piedra que da cauce al cauce, alargaría los pies para que el agua los acariciara. Quiero decir que el otoño es un tiempo de caricias y no de lugar de paso.
Es lo que tienen los pinceles: nos hacen ver, y sentir, lo que ahí está, pero que ni vemos ni sentimos si no fuera por ellos.

CHICAS EN LA PLAYA


Playa,sol,mar inmensa,horizonte...elementos que el pintor plasma mediante el filtro de su retina y la destreza de su pincel, hace que el ser humano se recree al comtemplar el paseo de las chicas por ese idílico paraje,donde el colorido,la luminosidad,el mundo de la realidad,noshaga soñar en esos atardeceres de encanto, en esos paseos tranquilos , de respiración honda y profunda, de olores marinos con sabor a algas, corales que ensanchan el espíritu y refrescan la mente y deja que los ojos naveguen y se pierdan donde el cielo y el mar se abrazan profundamente

martes, 17 de julio de 2007

PITA DE CABO DE GATA



Esta pita de Cabo de Gata se posó en la paleta del pintor luego de haber surcado los mares, desde México hasta acá, en la época de la Colonia, cuando los españoles fueron a aquellas tierras para conquistar, es decir, para traer y dejar.

Esta pita, antes caribeña y ahora mediterránea es planta de color, de sabia y de medicina. Nuestro pintor la ha recogido antes de florecer. Cuando florezca, él mismo se encargará de vestirla con el amarillo caliente de su flor, un amarillo de pincel mediterráneo que se hace a sí mismo cerca del mar.

Esta pita nunca se desmorona, pues ha sido inventada por la naturaleza, y ahora por el pincel, para permanecer ternamente en el lienzo.

Llegó esta pita a Cabo de Gara con sabor a tequila para alegrar la vista y el palador de bebedores y pintores.